...devoción...

El frío recorrió tu columna vertebral y creíste desfallecer. Clemencia habías susurrado y el castigo llegó con un calor inusitado. Tu grito se estrelló en cada rincón y el sonido de una gota cayendo sobre tu piel fue la respuesta. Convulsionas el cuerpo, abres y cierras tus manos buscando un punto de apoyo para no claudicar. Clavas las uñas en tus palmas cuando olvidas agarrar las sábanas de algodón.

La seda acaricia tus ojos y se desliza en tus muñecas. Tu voz se entrecorta, apenas respiras, abres la boca intentando regular el ritmo enloquecido. Te arqueas con fuerza. Sientes como el sólido recorre tu espalda dejando rastros mezclados con saliva. El placer se funde con la agónica espera. Sientes tus vertientes inundarse con fluidos cálidos. Amagas cruzar la línea y soltar cadenas. Resistes esbozando una media sonrisa. Sé que posarás la bandera blanca en cualquier momento, sé que tu rendición será mi tortura.El deseo de dibujarte atormenta mis sentidos, un primer roce y la razón será devuelta con toques de locura.

Bebo tu silueta, mis pupilas la van delineando, bordeando de un extremo a otro. Emanas vida y me traspasas. Empapas mi cuerpo con tu esencia, ese envenenado vaiven de movimientos, haciando alarde de tu destreza. El gélido que esconde mi boca se derrite al recorrer cada céntimetro de tu ser. Las percepciones se difuminan y solo veo mi anhelo de marcar cada retal que compone tu lienzo. Mía, ahora solo mía. Mañana del viento, del aire, de la Luna que mece tus sueños. Hoy me perteneces.

La lujuria desbocada descansa entre mis pliegues, ardiendo en el infierno de la lentitud con la que muerdo tus pétalos para morir ahogada en tu manantial cristalino de dulzura y sal. Poseerte quiero. Con la osadía del deseo. Con la alevosía de años de espera. Con las ansías colgadas en las fisuras de tu murulla. Tenerte suspendida en mi pecho, susurrar tu nombre y confesarme barro fresco en tus manos...